La división de los militares, nuevo eje del suspenso

11/Feb/2011

La Nación, Elisabetta Piqué

La división de los militares, nuevo eje del suspenso

El escenario Elisabetta Piqué
Enviada especial
Viernes 11 de febrero de 2011
El gesto elocuente de un manifestante en la plaza Tahrir, tras el discurso de Mubarak, en el que advirtió que no dejará el poder.
EL CAIRO.- Nadie sabe si el discurso de anoche de Hosni Mubarak fue un suicidio político o una provocación. Pero al resistir a los llamados de renuncia, el presidente egipcio no sólo se mostró más alejado que nunca de la realidad de la plaza Tahrir, sino que pareció limitar el destino de la “revolución del Nilo” a dos posibilidades: un golpe de militares simpatizantes con el levantamiento o un baño de sangre.
Todo depende del rol que asuman las fuerzas armadas, que aparecen divididas. Ayer, en una de las jornadas más confusas y eléctricas de las últimas semanas, en un momento pareció que los militares habían tomado el poder. Pero, después de algunas horas de silencio, desmentidas de algunos funcionarios y rumores de todo tipo, apareció de nuevo Mubarak en televisión, más firme que nunca. Esto dio lugar a fuertes sospechas de que se haya librado una fuerte pelea interna por el poder entre bastidores. La gran pregunta es ahora: ¿los militares están con Mubarak o con la plaza Tahrir?
Aunque parezca extraño, el escenario más probable para los analistas y observadores en este momento de furia por un discurso totalmente miope de parte del rais , que podría degenerar en brotes de violencia, es el de un golpe.
“Egipto explotará. Las fuerzas armadas deben salvar al país ahora”, escribió en un mensaje en Twitter el premio Nobel de la Paz y ex director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de las Naciones Unidas, Mohammed el-Baradei.
Los militares egipcios, que desde 1952 controlan la vida del país árabe más poblado del mundo -vecino de Israel y clave en el equilibrio de Medio Oriente-, están ahora obligados a asumir un papel decisivo, ante un país que se desmorona.
Con Mubarak y el vicepresidente Omar Suleiman, representantes del statu quo y del establishment egipcio que teme perder sus negociados y privilegios, obstinados en aferrarse al poder parece claro que la “revolución del Nilo” no se detendrá.
El ejército, dividido entre sectores “senior” leales a Mubarak y oficiales más jóvenes que simpatizan con la protesta, se erige ahora como el actor clave de la crisis.
Sólo por la fuerza, de hecho, podrán ser desalojados los cientos de miles de egipcios de todas las edades y estratos sociales que acampan en la plaza Tahrir y que, en una escalada, también rodearon el Parlamento, y que ahora van por la sede de la Televisión Nacional, a la vera del Nilo, y hasta por el palacio presidencial de Heliópolis.
Un dato que puede resultar decisivo es que muchos de los oficiales más jóvenes de las fuerzas armadas egipcias fueron entrenados en Occidente, en especial en Estados Unidos, que todos los años dona en ayuda militar a Egipto 1300 millones de dólares. Según los analistas, este sector de las fuerzas armadas tiene una visión muy distinta a la de los oficiales más ancianos, que respaldan al régimen.
Si bien la gente confía en los militares, la institución más importante para los egipcios, nadie sabe si realmente son capaces de liderar la transición hacia la democracia que reclama la “República de Tahrir”, que quiere un sistema totalmente nuevo y distinto al que reinó en el país durante tres décadas.
Más allá de su imagen positiva, los militares tienen diversos intereses. Los generales seguramente quieren proteger no sólo el presupuesto militar, sino también su rol determinante en cuanto a la seguridad nacional. Pero hay más: los militares también controlan millones de dólares en campos, fábricas, empresas que no tienen que ver con las necesidades de las tropas, sino con intereses en la economía privada. Y cuentan con privilegios como buenos salarios, viviendas y comida subsidiadas, óptimos hospitales, clubes y demás beneficios que tampoco quieren perder.
Otra gran pregunta es: ¿el ejército reprimirá al pueblo, algo que podría degenerar en un baño de sangre y que además le haría perder el apoyo financiero de Estados Unidos, o tomará el poder, como ayer pareció en un momento, para sacar de una vez por todas a Mubarak?
El ejército está ante un dilema. No puede detener las protestas a menos que intervenga de una forma que podría causar un baño de sangre. La única alternativa a esta posibilidad parece ser remover a Mubarak.
La única certeza es que, si continúa en el poder, “el Faraón”, que se presenta como el único capaz de darle estabilidad a Egipto, sólo conseguirá hundir a su tierra milenaria en un caos, en un baño de sangre o una guerra civil. El tiempo se encargará de demostrar que lo de “yo o el caos” no es otra cosa que una enésima mentira del régimen.